I en ensam kväll [Privado/Peter]

Apoyo la espalda en una de las paredes medio derruidas de la edificacion. Era noche de luna llena y como siempre pasaba se había quedado solo. ¿Por qué le tuvo que encontrar un hombre lobo? Era la gran pregunta que el príncipe se hacía y que no había hayado respuesta. Vale, debia admitir que el danés era simpatico y le cuidaba y le proporcionaba todo lo que él exigia, pero si había algo que detestaba era el quedarse solo.

Sabía que al danes no le haría nada en su forma animal. Durante los cinco años que viajo con él antes de instalarse en este pueblucho humano, durante las noches de luna llena el otro le llevaba en su lomo y si salia a cazar salia en el momento que él estaba durmiendo, asi que su salida no le afectaba, tanto...pero aun asi...no le gustaba.

Saco del zurrón que siempre llevaba una gema al azar, que resulto ser un rubi. Lo alzo para que los débiles rayos de la luna lo atravesaran. Parecía estar libre de impurezas. Saco su pequeña daga y empezó a tallar. Nunca planeaba lo que hacía asi, lo que surja a surgido. Era una pieza pequeña, tal vez si encontrara algun tipo de cadena podria hacer un collar.

De repente, de entre la oscuridad de algún punto alejado donde todavía sobrevivía parte del techo, algo pasa casi zumbando frente a la cara del chico, llevándose con sigo la gema. Emitía chillidos agudos mientras batía sus alas. Y tan rápido como llegó, se alejó zigzagueante hacia otra parte de la edificación, donde un árbol había introducido parte de sus frondosas ramas. Cuando encontró una suficientemente gruesa como para soportarle, se transformó de nuevo y quedó sentado en ésta. Casi se cae en el intento. La verdad es que todavía le faltaba algo de práctica, pero ya había conseguido una buena soltura como para no dañarse en el intento.

En el árbol, cierto chico balanceaba las piernas mientras miraba curioso su nueva adquisición. ¿Qué podía hacer con ello? Tal vez podía cambiárselo a algún mercader. No, tal vez no era buena idea, más que nada porque de ellos podía conseguir lo que quisiese de la misma manera que había conseguido aquella piedra preciosa a medio tallar. O tal vez podría colgarla en su habitación. Sí, sin duda esa era mejor opción. No le importaba que estuviese por acabar. Es más, de esa manera le parecía de lo más atractiva, además de esos destellos rojos que emitía con los rayos de luna.

Se echó un poco hacia atrás para contemplarla mejor.

-¿Eh?....¡¡Eso es mio!!-Grito cuando noto que algo peludo le arrebataba el rubi de las manos. Se levantó rápidamente del suelo buscando con la mirada aquel bicho asqueroso que le había robado su preciosa joya. Guardó su daga y sonrio, ya sabía donde estaba.

Se hizo el confundido, haciendo que buscaba en sitios inimaginables. Pero el árbol le había avisado que tenía entre sus ramas a un chico que había aprecido casi de la nada. Sonrio malvadamente.-Por favor...-susurro.

El árbol, le agarro con una de sus ramas pequeñas de la cintura y le hizo ponerse boca abajo hasta su altura. Lo primero que hizo fue arrebatarle su rubi y luego abofetearlo-¿Como te atreves a robar a un príncipe?-se cruzo de brazos, indignado. Aquel niño necesitaba aprender algo de modales.

Apenas le dio tiempo a reaccionar. En cierto modo, nunca se había esperado que un árbol cobrase vida de repente y lo aprisionase por la cintura con sus ramas, colgándole como solían hacerlo los murciélagos. Aún estaba confuso cuando sintió que le quitaban la piedra y le golpeaban. Aturdido, miró a todos lados antes de encontrarse con el culpable... boca a bajo.

- ¡Eh, tú! ¡Devuélveme eso! ¡Ahora es mio, desu yo! - Se balanceó, intentando recuperar el rubí que tan poco tiempo tuvo como su posesión.

Trató de soltarde del árbol. En un intento de huir, las delgadas ramas que le sujetaban quebraron y él cayó, con un sonido apagado, sobre un montón de hojas mustias que había a los pies de la planta. Se quedó sentado, sobándose la cabeza.

- Auch, eso dolió, desu yo... - Repuso quejándose, por un momento olvidando a quién tenía en frente.- Árbol inútil...

Le observo con aire de autosuficencia mientras intetaba, inutilmente recuperar su botin. Se coloco un mechon de pelo, ahora de un tono anaranjado, detras de una de sus puntiagudas orejas, aunque no sirvio de nada ya que volvio a su posicion original. Suspiro. Ahora que lo pensaba el niño no le interesaba.

Iba a girarse para irse a un sitio solitario cuando noto un pinchazo en la cabeza y luego como el niño caia al suelo. Esbozo una sonrisa timida pero luego su cara de desagrado habitual-Deberías agradecer que el árbol no te partiera por la mitad-le espetó mientras si se daba la vuelta totalmente y caminaba a otro sitio del edificio.

Solo quería insultar a su esclavo en paz mientras que descargaba toda la rabia que tenía guardada tallando gemas.¿Era mucho pedir? Al parecer si.

Se llevó ambas manos al estómago. La idea de que le partiesen a la mitad no le era para nada agradable. A demás, por lo que tenía entendido, con eso no se moriría, sino que simplemente sufriría hasta Dios sabe cuánto tiempo más.

Vio como el chico se alejaba y, pudiéndole más la curiosidad que el temor, corrió detrás suyo hasta llegar a su lado. Allí se agachó, sentándose en el suelo, y miró huronamente la piedra.

- ¿Para qué la tallas? ¿Qué harás con ella cuando termines?... ¿Es un rubí? ¿Dónde lo encontraste, desu yo? Me gusta mucho... - Comenzó a hablarle sin tapujos, a pesar de los golpes y las amenazas anteriores. La necesidad casi impetuosa de hacer un amigo era más fuerte que el miedo que podía sentir. Además, ¡él no le tenía miedo a nada!... Bueno, sí, a los fantasmas. Pero solo a ellos.

Siguió con su abalancha de preguntas relacionadas con el chico, la gema, el qué estaba haciendo y si fue él quien controló al árbol.

Suspiro sonoramente. Ese niño estaba sacando de sus casillas al principe. Miro a la luna llena solo un momento para luego seguir con la gema. En cuanto su esclavo estuviese bien le iba a oir. Y tal vez le mandaria a por el ladron, para castigarle, para que viera que había que tener cuidado con el.

Cuando termino de tallar observo lo que sus pálidas manos habían realizado. Era una lagrima, una lagrima roja sangre. Volvio a mirar al rubio y se la tiro-Si te hace ilusion quedatela,bastardo, ya no me interesa-Pensaba en venderla, pero parecia que al otro le gustaba, asi que para él.

Mientras que el otro estaba con la gema se escabullo, sabia que estaba en un oraculo y que aqui habria profecias de todo tipo, serian una buena lectura, aunque no seria tan exactas como la de los elfos, mas bien se reiria un rato de aquello que profetizaban. Idioteces varias seguramente.

No pudo dar crédito a lo que ocurrió. Le había regalado la gema. ¡Y tallada! La tomó con sumo cuidado entre sus dedos e, imitando a cómo lo había hecho el elfo anteriormente aunque de una manera más graciosa, miró la piedra a contraluz.

Los rayos de luna la atravesaban descuidadamente y se teñían de rojo y desviaban su trayectoria a través de aquel objeto semitranslúcido con forma de lágrima. El chico estaba fascinado.

- Parece una gota de sangre, desu yo.- murmuró, relamiéndose ante la idea.

Después, sin dudarlo apenas, corrió tras el ladonés y le preguntó que si podía hacerle un agujero o algo para poder pasarle un cordón y colgárselo al cuello. Realmente le encantaba el regalo y por nada del mundo quería perderlo.

- Por fa~ - Insistió, tirando un poco de la manga de su ropa para llamar su atención.

Cogio uno de los registros, ojeandolo sin darle mucha importancia. Las bestias jugaban a ver el futuro. Idiotas. Nadie podia ver el futuro, era todo un misterio. Gaia no permitia que sus hijos supieran su destino. La locura se cebaria con ellos. Cerró los ojos cuando el otro volvio a molestar-No hay que ser un genio para hacerlo....-le arrebato la joya y rapidamente le hizo el agujero. Se lo devolvio ya con mala gana-¡Y ahora vete y dejame en paz!-le señalo la puerta, medio derruida, para que le dejara tranquilo.

Cuando creyo que habia captado el mensaje volvio a abrir el libro que tenia en las manos y siguio ojeandolo. Muchas predicciones eran sobre el fin del mundo. Se lo llevaria a su esclavo para rierse de él, ya que el muy idiota se creia todo. Seria divertido oirle gritar a Gaia para que le deje vivir más. Una sonrisa traviesa se instalo en su cara. Ya tenía diversion para un tiempo.

Tomó emocionado la gema de vuelta y, al igual que había hecho con anterioridad, la alzó para observarla a contraluz con la Luna. Sencillamente hermoso. Asintió sin prestar mucha atención, realmente, a lo último que dijo el ladonés, y se alejó corriendo, saliendo de aquellas ruinas.

Y todo volvió a la calma. De nuevo, lo único que se oía era al viento murmurar plegarias a los árboles mecidos y sus hojas, y apenas algunos lobos cantaron a la Luna, redonda como un queso, que pendía del cielo. El sitio idóneo para relajarse, escuchar, encontrarse a uno mismo... o leer. Lástima que no duró mucho.

Al poco ya estaba el pequeño de vuelta, cantando una alegre melodía y con su nuevo colgante al cuello. Resulta que no se había ido por orden del mayor, sino que fue a buscar algún cordón para su nuevo collar especial. Éste le quedaba a la altura del pecho, pero por debajo de donde quedaba el corazón. En cuanto avistó a Arx no dudó en ir hacia él, de nuevo, con curiosidad.

- ¿Qué haces? - Se agachó al lado suyo, mirando el libro y ladeando un poco la cabeza.- Woah, ¿en serio estás leyendo? Yo no sé leer, desu yo...- Mentira, sí que sabía. Aunque le costaba horrores e iba lentísimo, sabía. Lo que no sabía era comprender aquellos signos extraños que estaban plasmados en el libro de Arx, los cuales nunca antes había visto.- ¿Qué es? ¿Otro idioma, desu yo? - Señaló.

Sonrio suavemente cuando consiguio estar solo. ¡Por fin! Gaia, que niño más insorportable. Era como sus her... un escalofrio le recorrio el cuerpo al recordar a sus hermanos pequeños, esos que le gastaban tantas bromas y tan pesadas, que le hicieron acabar en este tuburio que se hacía llamar pueblo.

Se acurruco en el tronco del árbol que casi partia a Peter y siguio leyendo ese libro que casi eran más grande que él. ¡Él era grande, por mucho que el danés le dijera que era un mocoso que no debia mandar al rey! ¡Le iba dar él rey de los juglares! ¡Eso no es ni un titulo ni nada! Sacudio la cabeza, no debia pensar en ese idiota, ahora debía leer en paz y tranquilidad.....

La cancioncita hizo que rompiera una hoja del libro. ¡¡Seria gilipollas el niño este que no era capaz de acatar una orden de la realeza!! Miro al árbol y sonrio, sabia que lo de la rama había dolido, pero queria librarse del incordio.

Dejo que preguntara y se quedo en silencio, como hablando solo. Dio una suave caricia al tronco y con esa señal otra rama, mucho mas dura que la anterior para que no se partiera, agarro por la cintura al rubio y lo subio tanto como daban sus ramas, para que no molestaran al pelirrojo. Cerro los ojos disfrutando de las mieles de la vitoria y siguio leyendo.

Notó asustado cómo algo le agarraba de la cintura y le levantaba muchos metros por el suelo. Tanto que podía ver perfectamente el horizonte por encima de las copas de los árboles.

- ¡Anda! ¡Desde aquí veo mi casa, desu yo! - Gritó emocionado señalando algún punto en el bosque que no difería mucho del resto de vegetación. Claro, él estaba acostumbrado a ese lugar y sabía diferenciarlo, aunque realmente fuese igual para los ojos de otros.- ¡Ah, y se ve un pueblo a lo lejos! - Seguía contando.- ¡Y un búho, y ardillas, y una familia de lechuzas y... lobos... - Ahí la voz se le quebró un poco. No le gustaban los lobos, y menos ese tipo de lobos extraños que con la Luna eran bestias y de día se camuflaban entre la población. Los llamados Licántropos.

Se revolvió intentando soltarse, aunque no deseaba para nada caer desde esa altura, pero al rama era lo suficientemente robusta y le tenía asido con la fuerza necesaria como para que no se pudiese soltar. Se quejó, mientras intentaba liberarse, y daba patadas al árbol y a la rama que lo sujetaba. Además, las hojas, mecidas por el viento, le provocaban un cosquilleo que le hacía reír.

Al poco, una figura oscura y pequeña se colgaba bocaabajo de una de las ramas bajas y débiles del árbol, y miraba muy fijamente al ladonés y a su libro, con unos ojos pequeños, redondos y rojos, que brillaban tanto como el colgante que tenía atado y que estaba apunto de caerse por la gravedad. Era Peter, que había logrado escapar de las garras del árbol transformándose en murciélago.

- ¿Cómo te llamas, desu yo? - Se oyó, aunque aparentemente el animalito no se había movido ni un ápice.

-¿Lobos?-repitio y se puso de pie casi de un salto. ¿No sería el juglar, verdad? Como fuera él se iba a enterar, bastante habia tenido con aguantar a un idiota como para aguantar a otro, y encima en forma lobuna, que era muchisimo mas cargante y baboso. Se estremecio, casi siempre que estaba en esa forma se dedicaba a lamerlo para sacarle alguna risa o sonrisa, pero Mathias nunca lo conseguia, la educacion de Arx era demasiado ferrea.

Cuando se aseguro que no venia nadie se volvio a sentar. Los golpes que daba el niño al árbol eran como leves pinchazos en su cabeza, pero no eran lo suficiente fuertes como para hacerle verdadero daño, asi que decidio ignorarlos, mientras acababa el libro. Lo dicho, nada interesante, solo cosas que los idiotas humanos creerian. Cerró el libro, levantando un poco de polvo que le hizo estornudar. Tras recuperarse se levanto y cogio otro libro. La noche era larga, y al pelirrojo le gustaba leer bastante, sobre todo si no tenia nada que hacer.

Ignoro su pregunta totalmente mientras dejaba que el olor a paginas viejas le inundara las fosas nasales.-Ese no es la forma de tratar a la realeza-comentó. Cuando él comenzara a tratarle como era débido para su condición, él empezaría a hablar con él. Miro a la luna, todavia quedaba mucha noche y mucho aburrimento. Bostezó un poco, tal vez debería dormir en vez de tanto leer.