¡Kumakyuu-san, we are lost! [Privado]

Era increíble la facilidad con la que uno podía perderse. ¿No era así? Matthew, que había salido unos minutos corriendo apresuradamente abrazado de su Oso Kumajiro persiguiendo a lo que él había creído que era un Hombre Lobo, de pronto se había encontrado a mitad de la nada. Y peor aún, dándose cuenta de que ese día ni siquiera había luna llena, sino que era luna nueva. ¿Qué si había entrado en pánico? ¡Pff, por favor! ¡Él era el caballero más poco experimentado del Reino! Por su puesto que había desesperado. Incluso en un principio había comenzado a correr con los ojos cerrados y jadeando del cansancio por direcciones que ni el mismo conocía ni parecían tener coherencia alguna entre ellas. Dado a que tenía los ojos cerrados, más de una vez se había estampado contra algún árbol u obstáculo que se interpusiera en su camino.

Para unas horas después, el asustadizo caballero estaba lleno de rasguños y se encontraba con un tobillo torcido, además de que su frente se encontraba llena de moratones. Exhausto y asustado, el joven se había recargado contra un árbol lloriqueando por lo bajo, abrazado con fuerza de su Oso Polar, quién igualmente estaba sucio y lucía de lo más irritado por la torpeza de su dueño. Muy a su pesar, se encontraba lamiéndole las heridas con un poco de mala gana pero afecto, ya que en realidad el no quería que su dueño se sintiese mal.

Matthew alzó la vista observando a su alrededor con la vista algo borrosa por las pocas lágrimas que se habían deslizado por sus mejillas. Enjugándoselas con el antebrazo, observó el gran lago que había frente a él con desamparo.

-Kumakyuu-san, i think that we are lost...

No tenía mucho de estar recorriendo el bosque. Como era costumbre mía me encontraba sentada sobre una roca junto al gran lago, mirando al reflejo de la luna como si fuera lo más interesante del mundo. No tenía ganas de comer ni buscar humanos, mucho menos de volver a casa. Prefería esperar en silencio a que llegara la madrugada, pensando en todo el tiempo que había dormido, como habían cambiado las cosas… había ido al pueblo y escuchado algo sobre unos tales “Caballeros”, aun no asimilaba todo lo que había escuchado… ¿Grandes guerreros que exterminaban monstruos? Ganas no me faltaron para tirarme a reír a ahí mismo; yo recordaba a los Caballeros, mercenarios estúpidos cuya única diferencia con los caza recompensas era que ellos no sabían ni usar una espada. Pero no podía creer que en esos días fueran tan… respetados. Necesitaba ver uno con mis propios ojos. Pero, ¿y si eran tan letales como decían? No me convenía en lo absoluto encontrarme con algo así.

Antes de darme cuenta me encontraba caminando otra vez, guiada por un exquisito olor a miedo. No estaba especialmente hambrienta, pero era la curiosidad de que provocaba aquel olor. Cuando llegue a una parte un tanto más abierta entre el bosque y el lago divise como un lobo corría buscando refugio, el animal huía de tal forma que me detuve a considerar si venia algo peligroso. Tras una pequeña batalla mental donde gano la curiosidad continúe caminado para encontrarme con un joven que corría... ¿con los ojos cerrados? El pobre crio iba en círculos chocando más de una vez con el mismo árbol. Al final se sentó a las raíces de uno al parecer llorando. Algo en mi se removió incomodo, no podía dejarlo así. Ni aun que pudiera ser peligroso. No, no lo era, es más, se encontraba perdido. Mi ingles era un asco, pero eso si lo había entendido.

Con precaución me acerque a él y me hinque para quedar más o menos al nivel que se encontraba. Con delicadeza coloque mi mano derecha para que notara que estaba ahí. No pude evitar verme preocupada. ¿Quién no se preocuparía de ver a alguien así en el bosque? Y para ayudar, perdido. –Hello− hable tranquila y suavemente, como solo un vampiro lo puede hacer. Pero aun así yo sabía que había pronunciado de forma terrible pero lo importante era que no me mirara amenazadora. –Si gustas yo podría ayudarte…− la luz de la luna le daba de lleno en el rostro, dándole al joven una apariencia más indefensa con lo mucho que resaltaban sus lagrimas y sus ojos destellaban inocencia… una presa perfecta.

El canadiense no pudo evitar dar un pequeño respingo al sentir el repentino contacto de una mano desconocida, logrando que Kumajiro se enfadara y emitiera un pequeño gruñido a modo de réplica. Matthew simplemente se arrinconó más contra el árbol, con los ojos fuertemente cerrados. Si se lo iban a comer, no quería tener que ver el rostro de su asesino ni mucho menos ver cómo lo hacía, aunque sí lo sentería.

La voz que escuchó era suave y dulce, pero el modo en que fue empleada de alguna manera fue escalofriante. Ahogó un pequeño grito, pero abrió con suavidad los ojos. Frente a él había una bellísima chica, de cabello castaño y ojos verdes. Se ruborizó levemente, y supo que no debería de tener miedo, pero por alguna razón seguía teniéndolo. Trató de esbozar una sonrisa tímida, con las lágrimas de sus mejillas aún frescas.

-L-Lo siento...parece que me he perdido-Murmuró, justo cuando ésta le ofrecía su ayuda. Un escalofrío más recorrió su espalda, pero él no entendía por qué tenía un ligeramente mal presentimiento. -¿E-En serio podría ayudarme?-Sus ojos se iluminaron, y de pronto todo pareció solucionarse. Era todo, estaba salvado. Aquella chica de seguro conocía aquél bosque cómo la palma de su mano y podría sacarlo de ahí, entonces él la invitaría a tomar una taza de té con miel de maple para agradecer.

Me levante extendiéndole la misma mano con la que le había tocado antes. Ciertamente era un niño adorable, de aquellos que no todos los días encuentras perdidos y asustados en el bosque. Sonreí maternalmente mientras pasaba mi mano por algunos raspones que tenía en el rostro. —Podemos ir a mi hogar, ahí podre curarte— hable con total calma, como si de un pequeño conejito herido se tratara, aun que dudaba que pudiera parecerme igual de adorable. Se veía dudoso por lo que me di la libertad de continuar —Si no, una de ellas podría pasar a más o podrías encontrar algo no muy lindo en el bosque— ciertamente estaba decidido a llevarlo a mi casa.

Tome su mano, que era apenas más grande que la mía. —Por aquí— iba despacio y con cautela, esperando que él no estuviese demasiado herido o que alguien llegase a quitarme mi preciada presa.

Le miraba con curiosidad y tras unos momentos decidí presentarme. —Bueno~ ¡Mi nombre es Karmen Elizabeth! ¿Y el tuyo?— ahora mi mira estaba más afilada, completamente clavada en la suya. Solo podía pensar en lo adorable que era y como disfrutaría de su miedo mientras lo mordía. — “¡Es solo un crío!”— me recrimine a mí misma. —“Bueno~ no siempre un vino no tan añejo es malo”—