El fin de una atípica historia de amor...El inicio de algo mejor(Ingrid//Todo él que desee)

El rubio siguió andando en círculos como un perro mientras miraba el cielo de vez en cuando para ver si había anochecido del todo y luego a la taza de té todavía humeante en sus manos. El té le ayudaría a no apagarse, a aguantar todo lo que era este evento que le emocionaba y le ponía tan nervioso.

Por la mañana había tenido que cazar, había controlado de alguna forma su transformación hacia escasas dos horas que había conseguido hacer desaparecer sus orejas y cola que sabía que tanto le gustaban a la rubia. Se sonrojaba y su corazón iba cada vez más deprisa al ver la carpa que había montado su amiga elfa, sastre de los dos, solo para mantener la expectación de saber como sería el traje de su ahora prometida, pronto futura esposa.

El traje del pronto, ex-juglar, tenia un claro corte elfico. Colores brillantes y telas finas. Muchas cintas por allí y por allá, todo en tonos blancos y grises. Le dejaba el pecho al descubierto, mostrando el símbolo de su familia, de su linaje, de su maldición. Aquella dragona que muchas veces le había parecido que le protegía cuando estaba solo. Pero su traje sería insulso, poca cosa, con el que imaginaba que luciría Ingrid. Para él, su traje resplandecería como la luna llena que tanto le fascinaba.

Dejo de dar vueltas para ver si todo estaba en su lugar. Las flores blancas en el altar, en todo el lugar. Los farolillos estaban todos encendidos y daba a todo atmósfera más romántica. Volvió al altar y por fin dio un trago a la taza. Noto la acción de las hierbas por todo su cuerpo. Su corazón aguantaría todos los envistes de esa larga noche que le esperaba. La noche más feliz de su vida.

El principito empezó a molestarse por ver al chucho comportarse como tal. Todo esto le aburría, sobretodo si venia de parte del idiota rubio. Le había hecho ponerse un traje de los buenos, de los que usaba para los eventos reales solo para ir al bosque. ¡Solo para ver como le dejaba solo!

Va, era autosuficiente, ya se había adaptado a la vida del pueblo y sabía como sacarse las castañas del fuego así que no debía depender de él. La pregunta era como viviría el danes sin el ya que el rubio pedía dinero al pelirrojo para comprarle regalos a su prometida. Suspiro, a saber como la mantendría.

-Estate quieto de una vez. ¡Me pones nervioso!-el también tenia una taza de té en las manos. Era bueno con el té de hierbas, nada menos de un elfo. Sus orejas puntiagudas, mas destacadas que las modificadas del danes, sobresalían sobre su pelo color fuego.

Esperaba que esto pasara rápido para irse a estar en paz y en tranquilidad, lejos del rubio, lejos de todos. A leer, a reflexionar, a maldecir y a pensar en, por ejemplo, donde iba a vivir, sobretodo cerca del bosque y lejos del danes.

No gustaba de la idea de tener que usar un traje de novia, renegada de los labores típicos femeninos, pocas veces usaba la falda o un vestido a menos de que fuera una capa. Su estomago comenzaba a crecer un poco pero esa tampoco era razón para la que dejara de usar los pantalones y el cinturón que le ajustaban bien para que no cayeran mientras corría a la par de criaturas salvajes para cazarlas. Pero ahora era diferente, muy diferente. Eran de las veces en las que omitiría esa regla que se había auto impuesto para mostrar que su feminidad era superior incluso a la masculinidad de ahora. Dio una mirada cautiva al vestido de nuevo, los ruidos allá afuera no le dejaban concentrarse enteramente y olvidar que en nada, dejaría de estar sola y sería atada a quien un principio, era algo que no concebía ni como pareja de caza.

Su corazón empezó a galopar fuerte, sus mejillas se enrojecieron y en su siempre gélido rostro, la más cálida de las sonrisa se había dibujado. Era el momento ya, el momento de ponerse aquel vestido que una vez perteneció a su madre (agradecía a su hermano el haberlo cuidado con tanto esmero) y había sido reparado por las elfas que acompañaban al otro.

Entre nervios y dudas, no creía como podría usar ese hermoso vestido, seguramente lo vendría rompiendo con sus modos tan bruscos de ser. Nerviosa, temblando e incluso pensando que se iba a desmayar, se despojó de sus ropas normales para colocarse aquel vestido hermoso y continuar con sus preparaciones. Se veía tan diferente en el espejo, las flores en el cabello, el tenue color en sus labios y pequeños collares hechos con flores y una cadena de plata. Se veía tan diferente, casi como lo que sus padres esperaban de ella en un principio.