Perdida (Libre)

No lo iba a admitir. ¡Nunca, ni aunque la amenazaran! ¡Era una Vargas, ni en un millón de años dejaría a su orgullo de lado...!

...

¡¿Eso fue una ramita quebrándose?!

Lovina Vargas tembló asustada, mientras que se aferraba más a su canasta llena de frutas que había encontrado en el bosque con algo de esfuerzo. ¡Era una vampira, maldición! ¡Una de las criaturas más temibles de todo el mundo! Ella no debería de sentir el miedo, puesto que tendría que ser ella quien produciera el miedo.

¡Y si estaba temblando en esos momentos era porque tenía frío, así de simple!

- M-Maldición... - sollozó, mientras que miraba frenéticamente hacia todos lados. Era ya de noche, la hora en la que podía caminar tranquilamente por allí sin temor a salir lastimada por el sol. Suspiró, tratando de calmarse, para luego seguir caminando.

Sólo esperaba a que nada saliese de entre los árboles. De verdad.

A pesar de haberse acostumbrado en algo al ruido en la torre de los caballeros, pero igual se sentía algo incómodo entre todos ellos, así que de cuando en cuando aprovechaba para pasear por el bosque y disfrutar de un tranquilo tiempo a solas. No era que fuera antisocial, en realidad no le gustaba estar solo, pero a veces era preferible a tener mala compañía.
Miro al cielo. Se le había hecho algo tarde y pronto tendría que regresar. Se dispuso a irse y en el camino de vuelta, le pareció divisar a alguien. Optó por acercarse y averiguar quién era y descubrió que era una chica. Parecía bastante asustada y nerviosa.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ella, pensando que podría necesitar ayuda o quizás de habría perdido.
-¿e'tás b'en?

Se le había hecho tarde, el tonto bosque era un estúpido laberinto a veces, suspiro resignado, debía volver a casa aunque lo único que quería era quedarse en el bosque un rato... sin pensar en nada mas, tal vez amanecer allí, pero aun tenia aquellos asuntos normales que todos debían atender, de repente no muy lejos de allí escucho una rama quebrarse, luego un quejido, decidió acudir allí para saber que pasaba

- ¿Estas...? dijo mientras salia de detrás de un árbol, pero al parecer alguien se le había adelantado, no le gustaba el tamaño del sujeto, era demasiado enorme... casi daba miedo

Escuchaba a la perfección el latir de su corazón en los oídos. Cómo si se lo hubiesen arrancado y se lo pusieran a un lado. Las manos, piernas y labios le temblaban, a pesar de que no corría aire. Los nervios los tenía a flor de piel, y hubiera jurado de que vio algo pasar entre los arbustos...

Asustada como estaba, se acercó a estos. Se arrepentía de hacerlo, y su instinto le pedía huir. Más sin embargo, la curiosidad era más. Estaba por llegar a este, mientras que aguantaba la respiración sin entender bien el porqué...

- ¡KYAAAAA! - gritó cuando algo salió entre las hojas. Tiró su canasta con frutas y cerró los ojos con fuerza... para luego sentir como algo se acurrucaba contra su tobillo. Casi le da un paro al enterarse de que era una simple ardilla.

Estuvo tentada a patearla, enfadada con ella y consigo misma por haber sido tan miedosa... hasta que sintió una presencia tras de ella. O mejor dicho, tres. Dos hechiceros (aunque uno de estos tenía poderes diferentes a los hechiceros normales) y un humano; posiblemente, un caballero. Nuevamente se quedó quieta, con el pulso y la adrenalina disparados. Aguantó la respiración y...

... la soltó en un potente chillido de terror en cuanto una voz un poco tosca y con un acento un poco extraño le habló.

Cayó de sentón por culpa de la impresión, y volteó a ver a su "atacante" con los ojos llorosos.

- ¡No me mates, per favore! ¡Haré lo que quieras! -suplicó como buena italiana que era. Patética se dijo en su mente, pensando seriamente en que si algún otro vampiro la viera en ese estado, lo más seguro es que se burlaría de ella.

Creía que a la pobre chica le daría un ataque de pánico, a cualquiera le daría si viera a semejante... persona en esa posición, no iba a permitir que él tipo super alto le hiciera nada, por su aura se dio cuenta de que ella era un vampiro... pero era una chica, sea lo que fuese no podía dejarla allí

¿No le harás nada verdad? dijo mirando fijamente al rubio alto ella solo se cayo a veces podía intimidar a alguien si se lo proponía, rogaba que fuera una de esas veces, luego le extendió la mano a ella ¿está ud bien?

Aunque no lo manifestara, el grito de terror de la chica lo sorprendió y asustó que casi lo hace pegar un salto, pero logró controlarse a tiempo. Se disponía a ayudarle a levantarse del suelo, cuando alguien más intervino. "¿Hacerle algo?" observó que el recién llegado le ofrecía su ayuda y soltó un triste suspiro. La pobre parecía haberse llevado el susto de su vida y se sintió inmensamente culpable al pensar que era el responsable de esa situación, no quería espantarla más de lo que seguramente ya estaba.
Sin notar que su expresión se volvía más sombría que de costumbre, suspiró resignado y les dio la espalda, apoyando la frente contra el tronco grueso de un árbol para que no pudieran verle el rostro. "Por qué, por qué...¿por qué siempre me pasa esto a mí?" se lamentaba una y otra vez. Recordó una vez que defendió a un aldeano de un vampiro y toda la gratitud que pudiera sentir por salvarle la vida se esfumó en cuanto le vio la cara. Al parecer le temía más que al vampiro.
"No es mi culpa haber nacido con esta apariencia" se seguía lamentando y volvió a suspirar. Ahora estaba deprimido.

Miré al chico, él era como yo, sentía un aura diferente a la mía pero sabía perfectamente que era como yo, luego vi al mayor aun sosteniendo a la chica, sentí un poco de ¿lástima? por él, pude ver como detrás de esa cara que causaba terror... se hallaba afligido, si eso era, traté de hacerle entender como nos sentiamos

Oye... sólo no nos mirés así, tal vez sea díficil pero no creo imposible -yo nunca había sufrido de eso, pero aún asi sentí empatía por él -no se preocupe -dije ya retirando la vista, era la primera vez que en mi vida animaba a un hombre

Salió momentáneamente de su autocompasión de depresión cuando el otro rubio se dirigió a él. Suspiró desganado. Es que siempre intentaba no asustar a los demás, pero siempre fracasaba. Simplemente no sabía como acercarse a ellos. Si bien admitió le agradó bastante cuando ese joven se acercó a consolarlo. No podía recordar la última vez que alguien se tomó esa molestia y su expresión se suavizó, agradeciéndole al rubio sus atenciones con una cálida mirada.
-Lo s'nto-se disculpó sinceramente lo mejor que pudo, no era bueno para esas cosas, y luego volteó a ver a la chica-No fue mi i'tención asu'tarte, solo q'ería ver que e'tuvieras b'en.-se agachó, empezando a recoger las frutas que ella arrojó por el susto para colocarlas en la canasta y luego entregársela.
Con eso esperaba haber arrlegado un poco las cosas y entonces fue que notó al recién llegado.
-¿Kiku?

Se levantó, ignorando por completo la ayuda de los dos rubios y se recargó contra el árbol más cercano. Llevó una mano a su pecho, sintiendo como su corazón latía a mil por hora y trataba de relajarse nuevamente. Respiró hondo varias veces, y cuando creyó que ya se había calmado, miró a los tres chicos con el ceño fruncido.

- ¡¿E-están lo-locos o qué?! - balbuceó, molesta - ¡Pudieron haberme matado del susto! - vociferó, mientras que agitaba los brazos.

Murmuró unas cuantas grocerías más en italiano, para luego agacharse frente al rubio mayor y comenzar a recoger sus frutas. ¡Demonios, ahora tendría que buscar más! Suspiró, algo cansada. Terminó de poner sus cosas en la canasta, y sin agradecerles por su ayuda o algo así, tomó sus cosas y se levantó. Sacudió la falda de su vestido y arregló el monó en su cabeza. Bien, podría haber parecido una chica torpe y cobarde momentos atrás, pero su orgullo le pedía salir de allí con la frente en alto.

Les lanzó una mirada severa a los tres, y se dió la vuelta, dispuesta a marcharse... hasta que pisó una de las frutas que aún seguían en el suelo. Resbaló y cayó de sentón, haciendo que nuevamente salieran volando tanto la canasta como su contenido.

Lanzó un quejido por lo bajo, maldiciendo su suerte y a las estúpidas peras. Tuvo ganas de ponerse a llorar por culpa de la rabia, pero se las aguantó mientras que mordía su labio. Sin duda alguna, esta no era su noche.

En ese momento, la chica le pareció más bien un conejito asustado. Uno que no dudaría en morderte antes de salir corriendo a su madriguera y ocultarse ahí. Un leve rubor pintó sus mejillas, pero su tierna imagen mental se vio interrumpida por el sonido de la chica cayendo al suelo. La canasta que llevaba salió volando y con tan mala suerte, unas cuantas frutas cayeron sobre él, una le dio en la cabeza y otras mancharon su traje.
Se planteó seriamente la posibilidad que hubiera sido víctima de la maldición de algún hechicero, puesto que le estaba yendo especialmente mal esa noche. No sólo había asustado a esa chica, también había quedado en ridículo.

Mientras que se sobaba un poco la espalda baja, notó que el chico de cabello negro se le acercaba y le decía algo en un idioma que ella no entendía para nada. Le miró como si le hubiese hablado en chino, para luego levantarse por su propia cuenta. No se sacudió el vestido, puesto que ya no le veía el caso.

- ¡Tu madre será! - le respondió al asiático, un poco molesta. ¿Le habría insultado o le había preguntado si estaba bien? Mejor no confiarse.

Se dio la vuelta para tomar nuevamente su canasta, hasta que notó que el traje del chico alto estaba manchado por culpa de las frutas que ella había lanzado. Parpadeó, algo sorprendida, para luego comenzar a reír un poco. Ya no le daba miedo con ese aspecto, y hasta podría decirse que se veía tierno así...

¡Momento! ¡Ella no pensó eso! Negó con la cabeza mientras que sus mejillas se sonrojaban y se agachó unicamente por su canasta. Soltó un suspiro. Ahora tendría que regresar al bosque para conseguir más, si es que quería comer esa noche.

Miré la escena un poco divertido, pero decidí no no comentar nada, porque probablemente heriria los sentimientos de dos de los allí presentes, y no era la idea

Ten le extendí la mano con un pañuelo al mas grande puedes usarlo si quieres dijé mientras recojia la fruta de la chica, para luego devolversela Ten mas cuidado, manchaste a al gran hombre asustador no pude evitar reír un poco, luego miré al chico de cabello oscuro ¿forastero eh? yo tampoco entendí palabra, decir cosas que alguien no entienda puede meterte en problemas... ten cuidado dijé tratando de sonar lo mas amable posible, mucha gente se metia en problemas con los caballeros por tonterias asi

Bajo otras circunstancias se hubiera molestado porque se rieran de él, pero en ese momento le alivió profundamente. Al menos parecía que la chica ya no le tenía miedo. Que su traje se ensuciara era un pequeño precio que estaba dispuesto a pagar con tal de dejar de ser "ese tipo alto que da miedo", siempre podía lavarlo y luego tenía más de repuesto en la torre de los caballeros.
-Gracias-tomó el pañuelo que el otro joven tan desinteresadamente le ofrecía, no estaba acostumbrado a que otros fueran así de amables con él, así que no pudo evitar dirigirle una mirada cálida.
-Yo tamb'en puedo ay'dar-dijjo cuando Kiku ofreció traerle más frutas a la chica.

Parpadeó, sorprendida ante el ofrecimiento de los dos chicos. Tuvo ganas de sonreír y agradecerles por la ayuda, e incluso disculparse por haber sido tan... gruñona. Sin embargo, lo que salió de sus labios no fueron disculpas ni nada por el estilo.

- No necesito su ayuda, puedo conseguir mi propia comida yo sola - se cruzó de brazos y frunció el ceño, queriendo parecer alguien fuerte y confiado (aunque en realidad se moría de miedo por regresar al bosque, y sola). Luego, volteó a ver al asiático - Y no me llames señorita - le advirtió, molesta. Que le dijeran así le solía recordar los años que pasó bajo el techo de sus padres.

Y esos eran recuerdos que ella aborrecía, y estaba dispuesta a olvidar.