Comprando lo indispensable [Privado Alice]

Hacía mucho que no paseaba por esos lares. ¿Cuánto sería? ¿Dos, tres años? Quizá eran más, sin embargo el pueblo seguía igual de aburrido y pobretón que siempre; las casas, los caminos, las personas… todo, absolutamente todo era idéntico a como recordaba [o al menos eso creía él. Tampoco era como si le tomara mucha importancia].

–“Tan minúsculo…”–Pensó casi de forma distraída.

Su mirada verde y penetrante seguía fija hacia el frente, dejando de divagar por el momento acerca del nulo avance que había presentado el pequeño pueblo en comparación de otros que había conocido en su errante camino en busca de riquezas y quién sabe si algo más.

Sacó su cajetilla de cigarrillos y se llevó uno a la boca, en su típico porte se soberbia a cada paso que daba. Como si pensara que todos eran uno insectos a comparación suya [Aunque eso pensaba en realidad…]; aún así su gesto era de indiferencia total.

Miraba ocasionalmente un puesto aquí, otro allá, pero nada parecía convencerle del todo o en todo caso el vendedor le huía. Chasqueó la lengua disimuladamente. Sin duda era mejor el bosque, silencioso y solitario como a él le gustaba, únicamente en compañía de las dríades y hadas habitantes del mismo.

Pero para su desgracia, aún tenía qué comer y además, no podía irse de allí sin antes comprobar los rumores que andaban rondando por allí referentes a una jugosa recompensa; que era el real motivo de que estuviese nuevamente allí.

Encendió el tabaco y dio una larga calada pasando a ignorar que en un lugar tan concurrido eso podría llegar a ser considerado molesto, parando finalmente en un puesto de carnes que le parecían decentes en comparación de otros que había visto previamente. Ése día no andaba con ánimos de cazar y poco le importó si empujó a uno que otro mortal en el trayecto.

Ahora sólo quedaba que hubiese pulmones, corazón e hígado de cordero para preparar sus indispensables haggis [¿quién da más en la competencia de “¿Qué británico tiene el peor gusto en cocina?”]

Nunca pensó que Emilly pudiera llegar a ser tan distraida e irresponsable. Sabía que era una despreocupada chica estúpida hiperactiva, pero nunca pensó que pudiese haberse olvidado de hacer las compras. El alimento, algo completamente indispensable, no sólo escaseaba sino que no había una sola migaja de pan en la cabaña. Y Emilly, tan contenta. Después de darle un sermón que Alice estaba más que segura de que no se había tomado la molestia de escuchar, la joven se vió obligada a salir de compras. Conseguir dinero fue realmente díficil, pero de alguna manera logró hacerlo. O bueno, Emilly lo logró.

Ahora caminaba por las calles con un montón de bolsas en brazos, tambaleante y sin poder ver su camino por culpa de ellas. Soltó un pesado suspiro y paró por un momento para acomodarse las bolsas en brazos, para luego continuar caminando ocupada revisando las bolsas para asegurarse de que no hubiese dejado nada. Estaba tan distraida, que no se dio cuenta cuando había alguien frente a ella, y chocó contra esa persona estrepitosamente, precipitándose hacia adelante y cayendo sobre aquél individuo, mientras que las bolsas se resbalaban de sus manos e iban a parar al suelo.

-¡Bloody Hell!-Fue lo único que atinó a decir, al notar todos los alimentos en el suelo. Se arrodilló y comenzó a reunirlos con las manos, soltando pequeñas maldiciones por lo bajo. Varias barras de pan se habían estropeado, algunos huevos y también una que otra fruta. Soltó un gemido y se masajeó las sienes, frustrada. -I-Im sorry, iba con tantas cosas y...-Pero, al voltear al ver el rostro de contra quién había chocado, se quedó sin palabras. Sintió cómo empalidecía, y juraría que tenía la boca entreabierta, horrorizada. Era William.

Instintivamente, se arrojó hacia atrás, abrazando contra su pecho las bolsas y dejando algunas en el suelo, junto con el resto de los alimentos. Intentó ocultar su nerviosismo, desviando la mirada.

-¡D-Damn it! ¡Mira mejor tu camino, bastardo!-

Esperó pacientemente a su turno. Después de todo, un par de mujeres estaban antes de él y aunque el tiempo cambiaba a las personas, seguiría siendo un caballero con ellas. Si se hubiera tratado de alguien más seguramente ya les habría hecho a un lado sin la menor consideración. Tomó el cigarrillo para dejar escapar el humo con tranquilidad hasta que una pequeña cosa chocó estrepitosamente con él, dejando caer un par de bolsas justo a sus pies.

Agachó su rostro con gesto de pocos amigos, ésos tan típicos en él que se notaba a leguas su disgusto pese a que sus facciones parecían apenas cambiar milimétricamente de lugar. Su mirada severa realmente lo decía todo sin necesidad de traer siempre consigo el entrecejo crispado.

Gente estúpida había en todos lados, eso lo había comprobado desde hacía muchos años. Aunque realmente no esperaba tan peculiar encuentro y mucho menos en, precisamente, tal lugar.

Ésa mocosa. Hasta donde recordaba seguía exactamente igual de poco desarrollada y con sus usuales expresiones. Alice parecía siempre arruinar sus planes de cierta forma, y si no era así de igual modo nunca le había resultado grato encontrarse con ella salvo en pequeños intervalos donde exclusivamente se dedicaba a molestarle y hacer su vida de licántropo más miserable.

No se movió un ápice ni siquiera para ayudar un poco, esperando que la rubia se diese cuenta por sí sola de que era él con quien había chocado. Pese a todo, su reacción siempre era y seguiría siendo un placer morboso para su persona.

–Silencio, dummy –Espetó con dureza y ciertamente con un tono ligeramente desplaciente. Estaba en una postura prepotente, para variar. Anticipado una respuesta así, casi al instante le respondió sin importar si comenzaban a acaparar miradas indiscretas. –sigues siendo tan torpe… –Murmuró– y la edad sigue sin hacerte el favor –Comentó, con una pequeña sonrisa de burla colándose en sus labios comenzando a mirarle de arriba hacia abajo en unos pocos segundos, como analizándole.