¿Por qué no? (Priv. Andrea)

Si bien de cuando en cuando le gustab salir a dar caminatas largas, odiaba, relamente odiaba, casi tanto como a la gente ruidosa, perderse. Las cosas se salen de control en esos momentos y no estaba bien, igual que meterse en un laberinto ¿Quién dijo que ese laberinto era fácil? Los hechiceros del pueblo eran unos imbéciles y los maldeciría cuando volviera, no volverían a tener un día feliz en toda su vida después de aquello.
En esos pensamientos, podía ocupar el rato mientras buscaba una salida por todos lados, si no estuviera tan cansado y con tanta hambre ya hubiera salido de ahí con algún hechizo de lo más simple. Ahí había otra cosa para odiar, no poder usar la magia cuando quería, que clase de estúpido olvidaba cargar comida con él. Definitivamente, él no, pero abundaban los ladrones, pobres ladrones que habían hecho malas elecciones en la vida, que los llevaría al mismo o peor destino que los hechiceros. Inútiles hechiceros.
Un nuevo callejón sin salida. Bufó astiado de la situación y volvió para atrás. Otro callejón sin salida. A su derecha estaba abierto, por donde había llegado a aquel lugar pero no por donde podía salir.
- Praklion -caminó a la derecha, dispuesto a seguir caminando, incitado por el enorme deseo de venganza que sufría en ese momento y desde el momento en el que se había dado cuenta de que estaba perdido y que comenzaría a llover muy pronto, pero no antes de que se hiciera de noche.

No había anochecido ni era luna llena, pero ella ya estaba lista para cazar. No había tomado forma lobuna, pero en cuanto anocheciera lo haria. Iba con los ojos cerrados, y aun con forma humana a cuatro patas, era la unica forma de la cual podia fiarse de su olfato. Al entrar en el laberinto tuvo la extraña sensacion de que debia andar a como una humana normal.

Una rafaga de viento le dio la respuesta. Conocia ese olor demasiado bien, nunca olvidara el olor que dejaba aquello que odiaba. Guiada por su olfato y sin tropezarse ni una vez consiguio adivinar a lo lejos la figura de un hombre-Un mago-Pensó. Normalmente no tomaba nada que no fuera humanos cuando cazaba, pero los magos eran una excepcion.

Se escondio detras de una pared del laberinto, observando como se iba enfadando más y más. Bueno, ella le quitaria el enfado pronto. Era muy dificil estar enfadado y muerto.

Consideró durante varias pasadas por lo que parecía el mismo lugar, si ya sería tiempo para desesperarse o simplemente comenzar a rebuscar incesantemente entre sus bolsillos algo de comida.
Paró en seco en el medio del pasillo y se miró la mano con detenimiento, la abrió y cerró un par de veces. Tal vez pudiera hacer algo de magia y sacarse de ahí, dejarse vencer por aquel estúpido laberinto, perder la apuesta y salir libre del lugar. Se metió las manos en los bolsillos buscando algo de comida, terminó por abrir el tapado y buscar en los bolsillos interiores. Sacó una barra de chocolate de adentro, no era muy grande pero serviría. Cortó un pedazo no muy grande y se lo comió, guardó la otra parte en el bolsillo y se sentó en el piso, la espalda apoyada contra el horrible laberinto.
No dejó pasar mucho tiempo antes de volver a lenvatarse, con muy pocas ganas muy obvias, pero aún así, comenzó a tratar de recordar la letra de una canción de cuna que le cantaban a los niños en su pueblo, para distraerse y no perder los estribos. Cortó otro pedazo pequeño del chocolate.
Volvió a pasar por el mismo lugar. Miró la pared con odio, le apuntó con una mano y la hizo volar con una explosión.

Le siguio en silencio, no dejandose mostrar de ninguna forma, aunque le molestara ser humana en este momento. El vestido y y el pelo se le quedaba enrredado pero poco le importaba, el mago era más importante. Por poco no volo con la explosion que provoco él otro. Eso le enfado. Abusaba de sus poderes y además hacía daño a la naturaleza, es no podia permitirlo. Notaba que la rabia la inundaba y aunque no fuera luna llena, notaba como su cuerpo empezaba a cambiar. El cambio fue rápido e indoloro. Aulló y se lanzó contra él.

Cayó encima suya y le gruño, enseñando los dientes. No iba a salir con vida de alli, de eso se seguraria ella. El aire le movia el pelaje, haciendola parecer aun más salvaje de lo que ya era. Iba a usar su poder intimidante contra él para por lo menos, dejarlo alli malherido y que otro animal salvaje le deborara. No merecia ni si quiera que fuera deborado por un hombre lobo de pura raza.

Escuchó el aullido y casi al mismo tiempo en el que el animal se le venía encima, había alcanzado a girar la cabeza.
Calló pesadamente contra el piso. Su peso más el del perro enorme que tenía encima, le lastimó la espalda, soltó un gruñido y sacó rápidamente los cuchillos de los bolsillos. Clavó el primero en su abdomen sin pensar. Si se detenía a pensar, estaba muerto. Pero, ¡Por Dios! que sus dientes le impedían pensar bien, que sus gruñidos guturales, toda su fuerza y sus obvias intenciones, estaban a punto de paralizarlo.
- Movete –no estuvo seguro de si lo había dicho, lo había murmurado o había salido un gruñido y las palabras habían quedado en su garganta. Sacó otro cuchillo y cortó su brazo, haciendo un tajo en la parte interior, profundo al principio y superfluo al final. Se revolvió, tenía que patearlo y alejarlo, era un peleador, de distancia, no de cuerpo a cuerpo, si le hacía algo se lastimaría a sí mismo en el proceso, nadie quería eso. Excepto el animal, obviamente.