Sin Nada Interesante Que Hacer...

Tras una cena rápida en el pueblo, no demasiado ya que no habia habido necesidad de esforzarme mucho para atrapar a la pobre joven. Volvía al bosque, notando en el camino como muchos seres me esquivaban, como si temieran que me acercara. Como si fuera un peligro. -¡Ah!~ Que bien comí- hable a la nada, estaba tomando la costumbre de hacerlo. -Pero cuando Toño despierte podremos hablar mucho mucho- tenia muchas energías así que aun que quería estar en casa para cuando mi hermano despertara, no quería estar encerrada asta eso.

Curiosee un poco por el lugar... todo parecía tan hostil y aún así no me sentía amenazada, era tan parecido a mi hogar. Reí quedamente ante la comparación. -Bien~ Creo que tendré que buscar algo de compañía- Cante sin darme cuenta, aún que era poca la probabilidad de encontrar a alguien interesante en el bosque, entiendace; alguien que no estuviera muriendo de miedo prácticamente dijera a gritos "muérdeme", no podía rendirme fácilmente.

Escuche un pequeño crujir en el camino y al agacharme note una madriguera de conejos, suaves y esponjosos conejitos. Sin darme cuenta me había quedado mirándolos fijamente, no como un depredador, si no casi con nostalgia... -al menos se tienen los unos a los otros- murmure con ánimos un tanto mas reanimados.

Eran raras las veces en que se quedaba merodeando por cualquier lugar luego de haber conseguido una víctima, pero huir a su cabaña por alguna razón no le sonaba bien en ese momento. Esos ataques de nostalgia que le daban de vez en cuando, en los que pensaba que quizá estar solo por su cuenta no era tan bueno como afirmaba que era.

Como sea, una caminata por al zona más evitada del pueblo seguro lo distraía. Dentro de todo era una noche tranquila, agradable casi. Se entretuvo caminando entre los árboles, contemplando la idea de echarse bajo uno y dormitar, decidiendo al final en contra por no ensuciar su ropa. No había dado muchos pasos, ya en la zona de la colina, cuando se detuvo de golpe, sintiendo otra presencia. Sin duda era un vampiro… nada llamativo para él, ya que no se sentía ligado a los de su raza. Pero quizá por aburrimiento o quizá por soledad, decidió al menos fijarse si era alguien que conocía aunque fuera de vista.

Asomó por un árbol, sabiendo que no podía ocultar su presencia del otro vampiro pero aun así dejándose llevar por la curiosidad. Era una… chica. Linda y castaña, observando tranquila unos conejos. De hecho se veía agradable… y consideró por unos segundos la idea de acercarse. Su timidez se interpuso de inmediato y se mordió el labio inferior, debatiendo si intentarlo o no…

Había sentido una presencia acercarse, pero no hice el mas mínimo intento de ocultarme o al menos disimular mi presencia. –“Otro vampiro”− pensé sin inmutarme, tenia siglos sin ver a otro de mi especie que no fuera Toño. Sin mucha ceremonia me levante y camine hacia el lado opuesto a él. –“Tal vez sería divertido jugar con él”− caí en cuenta de que contrario a hacia unos momentos ya no hablaba conmigo misma, si no que estaba en un frío silencio.

−De todas formas no importa que llegue tarde a casa− hable conmigo misma, otra vez. A paso veloz hasta llegar donde el vampiro se encontraba. Aún y con la poca luz que había algo en el me llamo la atención. Me acerque con cuidado hasta que estuve a la distancia para taparle los ojos con las manos. –Buenas noches− le susurre para luego alejarme lo suficiente para evitar cualquier ataque.

No tuvo que terminar de decidir si acercarse o no. La muchacha lo hizo por su cuenta, luego decir algo para sí misma. La miró sorprendido, sonrojándose un poco por la cercanía cuando lo saludó. No parecía hostil, al contrario. Sus ojos le llamaban la atención y se quedó un momento más de lo que era necesario contemplándolos. Tragó saliva, tratando de recuperar la compostura.

—B-buenas noches… —carraspeó por la forma en que su voz tembló, y tomó aire. Vamos, él era italiano, podía hablar con una dama…— ¿Quién… quién eres?

Se sentía un poco torpe, pero no era bien versado con la gente nueva, más allá del coqueteo casual que no pasaba de ser un juego. Su cuerpo estaba tenso, algo alerta y listo para emprender la huída de ser necesario, pero trataba de no parecer agresivo… probablemente aun queriendo parecerlo, no lo lograría.

Nos quedamos por unos momentos en silencio, esperando que el otro comenzara a hablar. Por fin de frente pude verle más detalladamente, sus ojos color miel me robaron las palabras por unos momentos. Al parecer parecía incomodo por el silencio pero antes de poder romperlo el ya me había tomado la delantera.

Su voz suave se había cortado levemente, sin entender por qué de esto le sonreí intentando que se relajara. Tarde unos segundos en contestar su pregunta como si lo pensara. –Yo soy Karmen Elizabeth Fernández Carreido− conteste con entusiasmo y le tendí mi mano izquierda a modo de saludo. − ¿Con quién tengo el placer?− Aun que los lobos aullaban y los gruñidos entre los arboles no cesaban, no podía notarlo. Estaba mas ocupada en el joven frente a mí.

Lo primero que pensó fue que su sonrisa era bonita. Con un ligero sonrojo escuchó su nombre, asintiendo bobamente porque realmente no se le ocurría un cumplido en ese momento, extraño considerando que nunca dejaba pasar una oportunidad de socializar con una chica linda (y esta de seguro que lo era).

—Ah, soy… Lovino… —se aclaró un poco la garganta para que su voz sonara más firme—. Lovino Vargas.

No era de presentarse con el nombre completo, más que nada por malentendidos con su familia, pero sonaba más formas así, y su apellido sí llevaba encima algo de prestigio aunque dudaba que la muchacha lo conociera, aun siendo vampiro. Estaban lejos de la terra natale…

Su vista se desvió ligeramente hacia los conejos, que al notar su presencia corrieron a esconderse a su madriguera. Frunció ligeramente el ceño.

—¿Qué… qué estabas haciendo? —preguntó con cierta timidez.

No podía evitar pensar que su sonrisa era linda y bastante familiar. Mis dudas y sonrisa se borraron al escuchar su apellido. – ¿V-vargas?− pregunte incrédula. ¿Acaso el era su familiar? –Disculpa, Lovi, ¿acaso eres familiar de un hombre al que llaman “Roma”?− pregunte sorprendida, sintiendo un sabor agridulce en la boca. Con la esperanza de encontrar a un viejo conocido y con el dolor de afrontar algunas realidades.

Gire mi cabeza hacia la dirección en la que el miraba, encontrándome otra vez con la madriguera. − ¡Oh! Yo solo observaba− respondí sonriente ante la aparente timidez de Lovino. –Son realmente lindos y siempre están juntos− continúe sin que me lo pidiera, volviendo la mirada otra vez a él. − ¿No lo crees, Lovi?− sonreí un poco más ampliamente, sintiendo como si hubiera vivido ya esto.

Miró la madriguera de nuevo, pudiendo aun sentir el aroma de los conejos allí ocultos, no la gran cosa y no una verdadera fuente de alimento para él. Por eso no les prestaba atención.

—Supongo… —murmuró, sin querer contradecir directamente a una dama que acababa de conocer. Sin embargo si había algo que le había llamado la atención en antes era la forma en que su apellido le había parecido sorprender. Más aun la mención de un tal “Roma” que, en efecto, conocía. Más aun…

—¿”Roma”? …—conocía ese apodo, y el hombre corpulento, musculoso pero también idiota que lo usaba—… ¿conoces a mi abuelo?

Estaba algo sorprendido, y miró a la chica con aspecto más crítico. Si conocía a su abuelo, quería decir que no era de allí. Estaban lejos de Italia y no creía posible que su nombre se hubiera extendido tanto.

Deje de lado a los conejos, olvidando muchas cosas pero recordando otras en específico. Suspire leve y superficialmente sintiendo mis rodillas flaquear un tanto. Asentí cuando pregunto como si no hubiera escuchado bien. — ¿Roma es tu abuelo?— hacia casi un siglo si ese mismo joven hubiera ido conmigo y me hubiera dicho que Roma era su abuelo le habría dicho loco para después reventarle la cabeza.

En ese momento sinceramente no sabía que pensar. En verdad me causaba un poco de gracia la idea de un Roma hogareño rodeado de niños y cosas así. Pero estaba más que convencida de que decía la verdad. —Si~ Yo lo conozco… o conocía ¡No tengo idea!— reí un poco, sin nervios ni nada parecido, simplemente diversión ante lo perdida que estaba.

— En verdad se parecen mucho— hable un poco más bajo, colocando mi mano derecha en su rostro. —Aun que eres más lindo— cante ya recompuesta. Feliz de pensar que aquel vampiro tan… bueno, no había palabras para describirle, pero que hubiera alcanzado la felicidad.

—¿Cómo que no tienes idea? —frunció el ceño de a poco, sin poder evitarlo. Sentía que no le estaba diciendo las cosas por completo pero no quería presionarla para que hablara.

Su relación con su abuelo era algo que preferiría olvidar, puesto que ese viejo pervertido no hacía nada más que coquetear y haraganear (no que él fuera diferente, pero JAMÁS lo diría), y preferir a su hermano menor. Grandísimo idiota.

Se sorprendió a la mención de su parecido, haciendo una mueca aun más obvia porque demonios, pefería removerse la cara que parecerse a ese degenerado. No fue hasta que sintió la mano en su rostro que su expresión se ablandó denotando sorpresa en su mirada, agrandando más sus ojos.

—¿Q-Qué? —oh, mierda, había sonado ridículo. Pero no estaba acostumbrado a los cumplidos y no sabía cómo reaccionar a ellos. Si un hombre le trataba mal, él respondía peor, si una chica respondía a sus coqueteos, retrocedía. Si alguien buscaba entablar una conversación duradera con él siempre metía la pata, así que procuraba evitarlas ¿qué hacía ahora?

Aparentemente, la respuesta vino sola. Toda la sangre que no era propia se le comenzó a acumular en las mejillas, dándole un fuerte color rojo a su rostro completo al punto de que sentía las orejas arder. Su expresión también se había tornado peculiar, una mezcla de vergüenza e incredulidad. Si no lo supiera imposible diría que estaba hechando humo por la cabeza.

—¡N-no soy lindo! —le salió sin querer, con el tono hostil de siempre y olvidando la cuestión de su abuelo por cuestión de segundos. Se arrepintió de inmediato de haber levantado la voz y bajó la mirada—. E-es decir...